No cansa el camino cuando se camina despacio, cuando se tiene un sueño en el alma y en los labios un cantar
Las entradas van ordenadas por fechas con arreglo los días vividos en Tierra Santa. Se narra la Semana Santa desde el punto de vista de los protagonistas de esta maravillosa vivencia. Esperamos que disfrutéis leyendo como nosotros lo hicimos en su momento.

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viernes, 30 de abril de 2010

Última ojeada y el adiós.













José Antonio (Pepe) ha ido describiendo día a día, con gran maestría (como buen maestro) lo que nuestros ojos han visto, lo que hemos sentido. Nos ha contado retales de historia que nos han ubicado en esos lugares, en el tiempo, y nos han hecho comprender porqué las cosas son cómo son. A mí me ha tocado poner el punto y final y lo hago a mi manera.
Han sido muchas las experiencias vividas en este viaje. Anhelábamos realizar este viaje. José Antonio ya había estado. Nosotros, mi marido y yo, no. Ahora, antes de clicar en el botón de “publicar”, el lunes de 5 abril, sí que he tenido la sensación, con una gran tristeza, del final de viaje. Mientras íbamos publicando, rememorando los distintos rincones en los que hemos estado, renaciendo de nuevo las emociones que hemos sentido, ha sido como mantener vivo este fabuloso viaje.
¿Qué me ha gustado más a mí personalmente? Jerusalén. Sobre esto tal vez no haya unidad de criterio entre los que hemos ido, pero cuento lo que siento. Ha sido tan emocionante la visita al Santo Sepulcro, el olor que allí se respiraba, la luz, la mezcla de gentes de distintas razas y religiones; unas, como simples turistas, movidos por la curiosidad, otras por sus creencias. El momento de la entrada en el Sepulcro… hay que vivirlo. Es verdad que soy de lágrima fácil, pero el momento de la espera y la visión de este Santo Lugar hizo que las lágrimas saltaran.
La ciudad vieja de Jerusalén, sus callejas estrechas, la Vía Dolorosa, las tiendas, los tenderos ofreciéndote más y mejor y aún más barato. Me parece todavía escuchar a Don Jesús cuando íbamos de visita y teníamos que atravesar esas callejas llenas de tiendas, y decía: ¡juventud con los ojos cerrados!, era tanta la oferta de comprar que en cuanto los “abríamos” caíamos en la tentación.
De paseo por la Vía Dolorosa, a la altura de la cuarta estación se produjo un hecho que me embargó de emoción y espero que no suene cursi. Aquí, a las puertas de la iglesia armenia, mientras rezábamos, sonaba la llamada a la oración de la mezquita cercana, y pasaban por delante de nosotros, a escasos dos metros, unos judíos ortodoxos y dos militares altamente armados, como suelen ir aquí. Esta imagen da una idea de qué es Jerusalén, cómo vive Jerusalén, cómo viven aquí los católicos, los judíos y los musulmanes, las gentes de las tres grandes religiones monoteístas.
La procesión del Domingo de Ramos fue otro momento muy emocionante del viaje. Esperamos, orillados hasta casi el final de la procesión, para ver pasar el gentío que iba en ella. Gentes de todas las razas, de todos los países, incluso de aquellos en los que ser cristiano y católico es jugarse la vida. Todos con su palma o ramo de olivo, recorriendo el mismo camino que Jesús recorrió. Había grupos que parecían de scouts, y había otro grupo de adolescentes rodeadas de policía en la marcha de la procesión. No pudimos averiguar porqué. Niños árabes, vendiendo ramitas de olivo y botellines de agua a un euro, claro, aprovechando la ocasión.
Otra visión impactante La Puerta Dorada de Jerusalén, frente al Monte de los Olivos y el Valle de Josafat,  por donde según las profecías entrará el Mesías de Israel en la ciudad. Aunque existen tres problemas: la puerta está tapiada y ante ella hay un cementerio musulmán inmenso y, por si fuera poco, detrás de ella está la Explanada de las Mezquitas, lugar en el que quizá el Mesías no vaya a ser recibido muy cordialmente.
En el Valle de Josafat, sobre las laderas del Monte de los Olivos, cayendo hacia Jerusalén, se puede ver el más antiguo y más grande cementerio judío del mundo. Ello es así porque en esa comunidad es grande el interés de ser enterrado cerca del Valle de Josafat (donde creen que se producirá la resurrección y el juicio final). Un cementerio frente a otro, enormes ambos, dos pueblos separados por creencias y religión y condenados a vivir y a morir juntos.
Viajar por Belén es una experiencia desmitificadora. Pensamos en Belén y nos imaginamos los pueblecitos idílicos de nuestros belenes, con sus casitas árabes encaladas, y la Belén de hoy que es toda una ciudad palestina, con sus grandezas y sus miserias. De estas últimas, vemos muchas: casas semidestruidas, suciedad en las calles... ¿Falta de recursos? ¿Mala gestión de los que tienen? “¿cultura?” Los oasis nos dejan con la boca abierta. Indescriptible y colosal, monumental obra. Y ese muro que rodeará en poco tiempo toda Cisjordania. Sin comentarios.
La tarde del domingo de resurrección quedamos en San Salvador, sede franciscana de la Custodia de Tierra Santa. El padre Artemio Vítores, vicecustodio de Tierra Santa, nos recibe. Don Jesús había dicho que nos haría una preguntitas para ver si habíamos aprovechado el viaje, pero creíamos que era de broma. ¿Broma? Yo le había pedido a mi "amigo" José Antonio (Pepe), que me cambiara el sitio, ya que yo estaba en la parte más externa de la fila, en el pasillo. Después de presentarse y contarnos lo que estaba pasando allí con los franciscanos y alguna anécdota más, comienza la "sesión de evaluación". De pronto lo veo que me mira. Y yo pidiendo al Señor. Poco a poco se acerca hasta donde estoy y yo con el corazón a cien y roja como una graná oigo la pregunta, con el dedo inquisidor apuntándome, no había duda, era a mí, me dice: ¿cuántas puertas tiene el Santo Sepulcro? ¿El Santo Sepulcro? Pues cuatro, respondo. Pues no. Oigo flojito ¡una! Pero ya era demasiado tarde, no puedo enmendar porque otro más listico que yo levanta la mano y dice ¡UNA! Jamás se me olvidará cuántas puertas tiene el Santo Sepulcro.
Los nervios previos al vuelo fueron descomunales sobre todo para mí, claro. Primero los cinco registros que tuvimos que pasar para entrar. Se dice pronto sí, pero fueron interminables los controles. Me miraban el pasaporte y la cara, y otra vez el pasaporte, y la maleta, y el arco y "pitas" al pasar, y te vuelven y te registran y te soban, después de habernos despojado y depositado en bandejas todo lo que pudiera "pitar", pues algo pitaba. La policía preguntó que si alguien sabía inglés y Diego dijo ¡yo¡ amablemente. Le preguntaron de todo. ¡Solo queríamos salir de Israel! Una vez pasados estos controles, menos mal que a nosotros no nos hicieron vaciar la maleta, nos toca recoger la tarjeta de embarque. Mi marido junto con otras dos personas del grupo se encuentran sin tarjeta. ¡No puede ser! Habíamos estado bromeando todo el viaje que si no nos aprendíamos bien todas las explicaciones nos quedábamos a “recuperar”, como en el cole, y cuando vi que Diego se quedaba de verdad, en primer lugar pensé: “yo también tengo lagunas”, pero cuando pasaban los minutos y no entraba en la zona de embarque me descomponía por dentro. Hasta que, a la vez que llamaban para ir entrando en el avión, pasada casi una hora, él aparecía andando hasta nosotros ¡Jesús, qué alivio! Me pareció George Clooney al abordaje.
El grupo, conforme se ha ido conociendo, genial. Hemos disfrutado todos, hemos conocido gente nueva de diversos rincones de España, gente muy agradable. De nuestro grupo ya ni hablo. Ha sido una experiencia maravillosa. Algunos no nos conocíamos y ahora hay una gran amistad. Antonio, genial persona que junto con Isabel forman una pareja inseparable (siempre por las escaleras), con los que tenemos pendiente una gran comida en su tierra.
Las  malagueñas "Juanas". Pocas veces me he reído tanto como en este viaje con ellas. Alegres, dicharacheras, con un chiste siempre en la boca y ante cualquier ocasión, y con mucha conversación. La imagen de Juanita y su palma, ¡Qué día! Yo firmaba por ir con ellas al fin del mundo. También tenemos pendiente visita a Málaga y comida por supuesto. Nos pondremos en contacto.
Los consuegros, que puedo decir de José y Micaela, dos buenas personas, grandes personas. Si, nos conocíamos de antes claro, del trabajo y de las relaciones familiares, pero en la convivencia diaria es donde verdaderamente se conoce a la gente y para mí ha sido una satisfacción haberlos conocido en este otro ambiente. Ese José, todo un conocedor del mundo del toreo, me ha sorprendido gratamente.
Para mis AMIGOS José Antonio (Pepe) y Cati no hay palabras. Nosotros nos conocemos desde pequeños, desde los comienzos del noviaje y son tantas las experiencias y tantos los viajes que hemos hecho juntos que ya sabemos lo que vamos a decir antes de decirlo, con solo mirarnos. Hemos pasado a lo largo de nuestra vida buenos y malos ratos y hemos estado juntos, como una piña. Por eso la palabra AMISTAD con ellos es con mayúscula. Este viaje lo teníamos que hacer juntos, no podía ser de otra manera. Los conocimientos de D. Jesús y los de José Antonio (Pepe) sobre la historia de Tierra Santa superan todos los libros de historia jamás escritos. Para Diego y para mí son como hermanos. Cati es la hermana que no he tenido.
No puedo dar más vueltas. Tengo que cerrar, decir adiós. No os podéis imaginar lo que me cuesta. Mis ojos están húmedos. Va a ser como cuando te cortan el cordón umbilical para dejar que tu hijo eche a volar solo, como cuando lo sacas de tu dormitorio para que duerma solo en el suyo o cuando lo dejas por primera vez en la guardería. Ese adiós, esa despedida que duele, porque ahora sí termina mi viaje, ya va a quedar al capricho de la memoria, de mi memoria.
Jerusalén seguirá allí, su imagen en mis ojos y en mi corazón. Dios quiera que tenga la oportunidad de volver y que entonces la PAZ reine en esa tierra.

1 comentario:

  1. Obrigada pelas palavras e fotos, fez-me recordar bons momentos da mesma viagem. Bem Hajas amiga. um beijo e bom fim de semana.
    Margarida

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