No cansa el camino cuando se camina despacio, cuando se tiene un sueño en el alma y en los labios un cantar
Las entradas van ordenadas por fechas con arreglo los días vividos en Tierra Santa. Se narra la Semana Santa desde el punto de vista de los protagonistas de esta maravillosa vivencia. Esperamos que disfrutéis leyendo como nosotros lo hicimos en su momento.

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lunes, 19 de abril de 2010

Viernes 2 de abril de 2010

Hoy es Viernes Santo. Hemos cambiado el orden del día. Primero iremos a Ain Karem, el lugar del nacimiento del Bautista. Ain Karem significa “Manantial de la Viña”, nombre que ahora resulta raro porque escasean los viñedos y abundan los cipreses, los olivos, los rosales, etc. El lugar, a pesar de eso, es bucólico, agradable a la vista, tranquilo, lejos del bullicio de Jerusalén. Subimos una empinada cuesta de más de doscientos metros y llegamos al santuario de la Visitación. La vista desde el santuario es magnífica. A lo lejos se divisa Ramala, donde está la Mukata, sede del gobierno de la Autoridad Nacional Palestina. El santuario se levanta en el lugar del encuentro de María e Isabel: “Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre…”
En las paredes del patio y claustro hay grandes mosaicos policromados del Magnificat en muchos idiomas: contamos más de cuarenta: “Proclama mi alma la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada…” En la iglesia hay pinturas alegóricas al encuentro y muy cerca de allí se encuentra el pozo, donde se dice tuvo lugar el encuentro. Bajamos a la iglesia del Precursor. Hay grandes pinturas de Murillo, Ribera, Ribalta… Descendemos a la gruta donde está el altar y la estrella que indica donde nació Juan el Bautista.

Regresamos a Jerusalén, que está a solo 12 km. y vamos directamente a visitar el Museo del Libro. Es de estilo moderno y tiene la forma exacta que la jarra de Qumram, donde se hallaron los manuscritos que el joven pastor descubrió. En las vitrinas se exponen pedazos de rollos auténticos y otros que son simples facsímiles; el rollo completo de Isaías, unas cartas de Bar Kobja (dirigente de la segunda revuelta judía), etc.
A continuación vemos una maqueta de Jerusalén de la época de Jesús, verdaderamente esplendida, realizada a escala 1:50. Se aprecia perfectamente la configuración de la ciudad en el siglo I, con el Calvario fuera de las murallas y el Templo en todo su esplendor. Nos gustó mucho.
Desde allí, muy cerca, en un parque frente a la Keneset (el parlamento israelí), se encuentra una Menorá de gran tamaño regalada por la Gran Bretaña a Israel. La Menorá es un candelabro de siete brazos, uno de los elementos rituales del judaísmo y uno de los símbolos oficiales del Estado de Israel, apareciendo en su escudo.
Hace mucho calor y regresamos al hotel para el almuerzo y descansar un rato en la terraza del hotel saboreando un buen café illy. El hotel Ambassador está situado sobre el Monte Scopus, uno de los montes que rodeaban a la antigua Jerusalén de la época de Cristo. En ese mismo lugar, el emperador Tito estableció su cuartel general en la guerra contra los judíos del año 70. La terraza del hotel, llena de mesas, con abundancia de palmeras tiene unas bonitas vistas sobre la ciudad. Se ve, a lo lejos y a la derecha, el Santo Sepulcro, y a la izquierda el Monte de los Olivos. Hacia dicho monte nos dirigimos ahora. El autobús nos lleva hasta la cumbre. Allí nos encontramos una construcción de forma octogonal. Es el lugar de la Ascensión del Señor. La primera iglesia fue construida a finales del siglo IV, y su actual forma se remonta a la restauración de los cruzados. Hoy los guardianes del lugar son los musulmanes. Asimismo, hay una pequeña mezquita y un minarete a la entrada al recinto. Acuden muchos peregrinos. Dentro no hay nada, sólo una piedra que dicen fue donde se apoyó Cristo antes de ascender al cielo. Hay peregrinos etíopes, sobre todo mujeres que rodean la piedra y la besan continuamente. Apenas nos permiten verla.
Iniciamos el descenso del Monte de los Olivos.

Aprieta el calor y los niños árabes nos ofrecen botellines de agua a un euro. Las mejores fotos sobre la ciudad de Jerusalén se hacen desde aquí. Por eso, todos echamos mano a las máquinas de fotos y disparamos incansablemente. Llegamos a la altura de la Capilla del Dominus Flevit. (El Señor lloró): “Jerusalén, Jerusalén!, la que mata a los profetas y apedrea a los que te son enviados. ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como una gallina su nidada bajo las alas, y no habéis querido! Pues bien, se os va a dejar vuestra casa. Os digo que no me volveréis a ver hasta que llegue el día en que digáis: -¡Bendito el que viene en nombre del Señor!” Esta capilla fue diseñada también por Antonio Barluzzi, que la diseñó como un edificio en forma de lágrima, construido en forma de cruz griega. Una ventana ubicada detrás del altar en la pared occidental enmarca una preciosa vista de la Ciudad Vieja.
A continuación visitamos la iglesia del Pater Noster, que está al cuidado de monjas carmelitas. No puede afirmarse que fuera precisamente aquí donde Jesús enseñara el Padrenuestro; lo que sí parece cierto es que este lugar lo utilizaba Jesús para descansar y hablar con sus discípulos, cuando iba y venía a Betania. Actualmente puede rezarse aquí el Padrenuestro en más de cien idiomas que están escritos en mosaicos en las paredes. Está en arameo, el idioma hablado por Jesús. Pero también está en idiomas exóticos como el ilongo, el ojibway, el pampamgo…A la salida una monjita nos ofrece souvenirs, folletos, rosarios y demás cosas, entre las que veo la oración completa en forma de postal, en cada idioma.
Nuevamente nos hemos despistado del resto del grupo. ¡Hay tantos peregrinos! Seguimos bajando la pronunciada cuesta del Monte de los Olivos pensando que el grupo va delante. Efectivamente, lo alcanzamos a la altura del monasterio ruso-ortodoxo de Santa María Magdalena, el que tiene las cúpulas en forma de cebollas. A la izquierda, bajando la cuesta de este Monte de los Olivos hay un gran cementerio judío: el cementerio del valle de Josafat. Es el lugar de enterramiento más caro de todo Israel, pues según la Torá aquí tendrá lugar la resurrección de los muertos y el juicio final.
Llegamos a Getsemani y nos acercamos a visitar la gruta. Getsemani era una almazara, eso es lo que significa el nombre. Seguramente, Jesús y/o sus discípulos conocían al dueño de la finca y por ese motivo era su lugar de descanso e incluso de pernocta algunas veces. Había una gruta donde dormían, junto al huerto con olivos. Vemos que la gruta no es muy grande y dentro hay un grupo de japoneses rezando. Guardamos silencio y, después de observar los grabados realizados en techo y paredes de roca, nos acercamos a la Tumba de la Virgen que está muy cerca. Hay que bajar unas escaleras pues la iglesia se encuentra bastante más baja que el nivel del suelo, por lo que no es raro que cuando suceden grandes tormentas y el torrente Cedrón viene con mucha agua, la iglesia se inunde. Vemos las marcas de hasta donde llegó el agua en unas inundaciones de los años 70. La iglesia está muy oscura y tiene todas las características de las ortodoxas rusas: muchas velas encendidas, muchas lámparas colgadas del techo y los popes vigilantes. La tumba propiamente esta cubierta por un cristal. Sólo está la piedra, pues la Virgen fue llevada en cuerpo y alma al Cielo. Los peregrinos arrojan entre los cristales papelitos escritos con oraciones y también billetes.
Llegamos a la Basílica de Getsemani para asistir a los oficios de Viernes Santo. La Basílica está llena de peregrinos; todos los grupos de los franciscanos nos damos cita aquí en este lugar. Hoy adoraremos a la Cruz.
Regresamos al hotel a cenar y D. Jesús propone salir después de la cena a pasear por la ciudad vieja. La propuesta es libre, unos quedan en el hotel y otros después de cenar salimos en esta noche de Viernes Santo en Jerusalén. Vamos hacia la ciudad vieja, pero antes giramos hacia la derecha y nos metemos –como intrusos- en el barrio de Mea Shearim, el barrio de los ultraortodoxos judíos, que al ser sabbat y además es la Pesaj (la Pascua) está cerrado al tráfico. Entrar en este barrio es como entrar en la Europa rusa y polaca del siglo XVI, porque Mea Shearim es eso: el mundo formado por los primeros inmigrantes de la Europa oriental. Observamos a los transeúntes; la facha de la mayoría es insólita. Son judíos de ghetto, con sus barbas salomónicas, sus levitones negros, sus sombreros y su kaftan en la cabeza; algunos con los ricitos que les cuelgan a ambos lados de la cara. Los hombres casados con barba, los solteros sin ella. Las mujeres que han dado a luz, se afeitan la cabeza y la cubren con un gorro. Y después de la menstruación deben purificarse hasta siete veces, y en el acto conyugal sólo pueden buscar la procreación, no el placer Todas las familias tienen muchos hijos. Nos cuenta D. Jesús que viven al margen del Estado; no pagan impuestos ni forman parte del ejército. Sólo rezar y estudiar la Torá. Vemos que las fachadas y balcones son raros, son asimétricos, todo parece a medio hacer. Y eso es porque nada ha de ser perfecto hasta la llegada del Mesías. A uno del grupo se le ocurre decir qué pasaría si ahora en este barrio soltásemos un cerdito. Todos reímos de buena gana por la ocurrencia.
Salimos del barrio y llegamos a la ciudad vieja por la Puerta de Jafa. Vamos derechos a la Basílica del Santo Sepulcro.

Allí se celebra esta noche de Viernes Santo un acto que no debemos perdernos. Se trata del “desclavamiento de Cristo”. Tanto la plaza como la Basílica están a tope de gente. Va a ser muy difícil encontrar un hueco. Luchando entre la gente conseguimos entrar en la Basílica, justo en el instante que cierran las puertas de la misma. Me pongo de puntillas intentando ver algo, pero el gentío es inmenso. Esto me parece muy peligroso. Veo las cabezas de los franciscanos que bajan con un Cristo desde el Calvario. Un Cristo que han desclavado y que ahora lo llevan hasta la piedra de la Unción. Me subo a la base de una columna y desde allí veo como depositan al Cristo en la piedra y lo ungen con especias aromáticas contenidas en unos frascos de plata con forma de piña. Luego recogen al Cristo y lo llevan hasta el edículo del Santo Sepulcro, aunque eso queda fuera del alcance de mi vista. Apenas se han llevado al Cristo de la piedra de la Unción, los peregrinos se arrojan sobre la misma para tocarla, besarla…. Es un espectáculo de fanatismo. El momento es terrible y peligroso cuando cientos de peregrinos queremos salir al mismo tiempo. Los pies no tocan el suelo, es la multitud la que nos lleva y creo que, nos puedemos ver en apuros. No tengo más remedio que abrir los codos y hacerme un sitio para poder salir. Es un momento difícil pero al final lo consigo, junto con algunos amigos que me siguen. Hemos salido sanos y salvos, por poco. La plaza esta llena de gente y decidimos adelantarnos al resto del grupo y llegar hasta el Muro de las Lamentaciones. Sin embargo, nos perdemos por las callejuelas de Jerusalén y nos cuesta dar con la calle adecuada que nos lleve hasta el Muro. Por fin lo conseguimos. En el Muro, cosa rara, hay pocos judíos orando. Son las once de la noche y esa hora es muy tarde aquí en Israel. Nos sentamos en las sillas dispuestas que allí se encuentran, pues la noche es muy agradable y esperamos a los compañeros del grupo. Al final, rendidos de cansancio, regresamos al hotel.

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